ESCRITURA LIBRE: TRAUMAS 1

 


 Eran las diez de la noche. Había nevado mucho pero la carretera estaba limpia. Venía de trabajar con el acelerador bien pisado pero agarrando fuerte el volante, no fuera a resbalar sobre una placa de hielo traicionera. Tenía ganas de llegar a casa. Me bajé del coche y cerré de un portazo. Di la vuelta por la parte de delante para acceder a la pueta del copiloto. La abrí. Alargué la mano hasta la mochila del almuerzo, donde llevaba también la cartera y las llaves. De repente un colosal PLOFFF detrás de mí. Como si alguien hubiera tirado un globo de agua gigante. Un PLOFF de líquido vertido a la nieve fresca. Me asustó. Me giré rápidamente y lo miré. A escasos 30 metros de mí yacía un hombre tendido en el suelo con un jersey verde. La nieve comenzó a teñirse de rojo. Me acerqué con prudencia. No demasiado. Acerté a decir un hola tímido, sabiendo que no iba a obtener respuesta. Tenía los ojos abiertos. La nieve seguía tiñéndose de rojo, ya casi me llegaba hasta los pies. Saqué rápidamente el teléfono del bolsillo de detrás de mis vaqueros. Hacía frío y costaba marcar. 112. Necesito que venga una ambulancia. Hay un hombre. No sé de dónde ha caído, cuando le he visto ya estaba en el suelo. El operador me preguntó si respiraba. Si me atrevía a tomarle el pulso. Avancé los escasos pasos que me separaban de él, pisando la nieve roja. Mientras con la izquierda sujetaba el teléfono contra mi oreja, le toqué el cuello con la mano derecha. Hacía mucho frío, tenía las manos heladas, no encontraba nada. Su cuello estaba caliente. De repente me percaté de que ya no estaba sola. A mí lado un chico con un perro, agachado junto a mí, parloteaba sin parar. Me puse en pie y di marcha atrás sin dejar de mirar al hombre que yacía en el suelo, hasta que me sentí segura encima de la nieve blanca. No hice ni caso al tipo del perro. Llegaron dos ambulancias y alguna patrulla de policía. De una de ellas se bajaron corriendo un chico y una chica, el chico corrió hacia él cadáver caliente mientras la chica cogía algunas cosas de la parte de atrás de la ambulancia. ¿Has llamado tú? Me pareció oír. ¿Has sido tú la que has llamado? Dos dedos golpeaban en mi espalda. Me di la vuelta. Quien me hablaba era un chico de la otra ambulancia. Estaba con dos policías. Sí, he sido yo. ¿Te encuentras bien? ¿Has visto de que piso ha caído? El sanitario y el policía me preguntaban a la vez. No he visto nada. Estaba de espaldas cuando ha caído. ¿Quieres un tranquilizante? No, quiero subir a casa. ¿Seguro que no lo necesitas? Vas a descansar mejor. Seguro. No me gustan las pastillas. ¿Me puedo ir a casa? El policía me pidió los datos. ¿Me puedo ir a casa? Cuando terminó de apuntar asintió con la cabeza. Caminé hasta la puerta del portal y entonces reparé en que no tenía las llaves, había dejado la puerta del coche abierta de par en par con la bolsa del almuerzo dentro. Tuve que deshacer mis pasos. Cogí la bolsa gris. Estaba nueva. Recordé que la había comprado tres semanas antes en Tarragona. Intenté pensar en Tarragona. Funcionaba. El coche se cerró mientras me alejaba. No mires más, me dije a mí misma. Subí a casa. Me quité las botas de monte en la cocina y las puse bajo el chorro de agua caliente. Pronto el agua dejó de salir roja. Las dejé bajo el chorro un poco más y las coloqué con cuidado debajo del radiador. Me dirigí a mi habitación, me quité la ropa y me tumbé encima de la cama. Entonces empecé a escucharlo. PLOFF, PLOFF, PLOFF… Llamé a mis padres. Mi padre se ofreció a venir a casa. Le dije que no hacía falta. Colgué el teléfono. Apagué la luz. No tenía ganas de cenar ni de leer nada. PLOFF, PLOFF, PLOFF, durante toda la noche. Tal vez debería haber cogido la pastilla. Al día siguiente, cuando volví de trabajar, PLOFF, PLOFF, PLOFF. Definitivamente, tenía que haberla cogido. PLOFF, PLOFF, PLOFF. Día tras día cuando me metía a la cama. La terraza de mi habitación se asoma al lugar donde estuvo tumbado el hombre del jersey verde. PLOFF, PLOFF, PLOFF. Había pasado más de una semana y me levanté a dormir al sofá. Desde allí no se oye el ruido. Mi padre me dijo que fuera al psicólogo. No le hice caso. Hace 8 años que mis gatas y yo dormimos en el salón. El año pasado, una amiga encontró mi bolsa térmica para el almuerzo. Estaba nueva. Únicamente la había usado tres semanas. Esta guay para mi marido. Yo ya no trabajo, no la necesito. ¿Cuánto quieres por ella? Quería regalársela, pero no sé por qué, no fui capaz. 10 euros está bien. Y por fin, la bolsa salió de la cocina.   


Comentarios

  1. Esa bolsa esta relacionada por todo lo sucedido aquel día al llegar a casa. La mente es muy sensitiva guarda en el disco de la memoria acontecimientos que de alguna manera son asociados a instantes críticos vividos. Un buen texto. Un abrazo.

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  2. En un segundo sucede cualquier cosa que se instala en nuestra vida por largo tiempo. Es algo que escapa a cualquier tipo de control.

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    1. Tienes toda la razón. Y luego es difícil dejarlas ir.

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  3. Parece una pesadilla, pero los traumas lo son realmente, espero que esté superado. Y me encantan los gatos.

    Besos dulces y dulce semana.

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    1. Creo que hasta que no superas un trauma eres incapaz de hablar o escribir sobre él, así que supongo que, aunque todavía escueza, está en gran parte superado. Un beso.

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  4. aunque soy de números, me encanta la psicología. en tu relato, entiendo que de algún modo tratas temas como el estrés postraumático y los pensamientos intrusivos...
    abrazos!

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    1. Sí, llevo años en tratamiento por el estrés postraumático, y parece que ahora empiezo a salir a flote. Me viene muy bien escribir sobre las cosas que me han hecho daño.

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  5. Uy uno asocia las cosas ruidos y olores con cualquier trauma. Buen relato. Te mando un beso.

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  6. Hola, Sanhoycal:
    Te felicito por la manera en la que has escrito sobre esté trauma.
    Parto de que desarrollas una vivencia real, por lo que ante todo te felicito por tu valentía al desarrollarlo de forma pública.
    La manera en que lo narras –en primera persona, frases cortas y agrupadas en un único párrafo– me parece muy efectiva como lector. Incluso veo en ella una evocación de una nevada conformada por una acumulación de copos (disculpa si esta similitud te parece fuera de contexto dado el componente personal del texto)
    Un abrazo, Sanhoycal.

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    1. No me parece en absoluto fuera de contexto, es más, agradezco enormemente todas y cada una de tus palabras. Un abrazo de vuelta.

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  7. Una descripción viva y realista, del trauma ante un hecho desagradable y desconcertante.

    Besos.

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